sábado, 29 de diciembre de 2012

Crónica de una navidad común

Navidad es que tu madre te diga que es hora de que bajes las cajas de arriba del closet, esas cajas llenas de polvo por fuera, y llenas de santos por dentro, llenas de foquitos enredados, llenas esferas semi rotas, llenas animalitos para el nacimiento, llenas de colas de gatos echadas a perder, llenas de la navidad. Navidad es que tu hermanito de cuatro años le pregunte a tu madre que cuando va a nevar, y que tu madre le conteste con la pena del mundo que aquí en la isla no nieva, y ver su cara de tristeza, de niño engañado por la televisión y los programas y películas americanas de navidad donde todo es blanco y frío y lleno un espíritu navideño americano. Pero aún así, por ese niño decides fingir un espíritu navideño y adornar las ventanas, enrollar los protectores con cola de gato, y desenredar aquella telaraña de luces para cubrir el contorno de las ventanas. Navidad es sacar las partes de ese árbol sintético y armarlo y sacudirlo y abrirlo y darle forma de pino y quitarle la forma de caja. Navidad es que te manden a hacer todo ello, mientras cada quien esta en sus cosas. Navidad es hacerlo todo de mal humor y hacerlo obvio para que todos se den cuenta y se sientan culpables de que por culpa de la navidad, época donde se supone hay paz y alegría, sólo causa peleas y disgustos. Pero en fin, navidad es una decoración mediocre. Pero es una decoración navideña. Navidad es ir en carro por la calle de las luces, para después darte cuenta que la calle de las luces que recordabas en tu infancia no existe porque o la crisis dejo sin espíritu navideño a esos ricos, o tus memorias te engañaron. Navidad es buscar entre las calles casas adornadas e iluminadas para darte cuenta que no las hay. Para darte cuenta que aquí a parte de no haber nieve, aquí no hay ese barroquismo decembrino. Navidad es hacer planes con tus amigos después de la cena con tus padres. Navidad es ver a tus padres recolectar a sus amistades para tener una cena navideña. Navidad es darse cuenta que la familia paterna es la opción menos deseada para convivir. Navidad es pensar en el regalo, pensar en el dinero que no hay. Navidad es vacaciones, tiempo para leer, navidad es que cierren las bibliotecas cuando más necesitas un lugar donde esconderte. Navidad es comprar ropa, navidad es comprar cosas con dinero que no hay. Navidad es que te obliguen a ir misa cuando ni siquiera te consideras católico. Navidad es que tu madre te diga que le arruinaras su navidad si no vas a misa con ellos. Navidad es hacer tu voluntad, pero torcer tu brazo a la mera hora. Navidad sólo es una noche. Navidad es un lunes a martes. Navidad es una noche de dos días. Navidad es ver que tu madre cocine todo el día antes de irse a trabajar. Navidad es arreglar la casa, barrer la casa, trapear la casa, sacudir la casa, bañar la casa, santificar la casa, mover la casa, pintar la casa, adornar la casa, ser la casa, crear la casa, morir en la casa. Navidad es sentirse un amargado pero forzarte a disfrutar la última navidad antes de irte a la universidad, si es que vas a la universidad. Navidad es besar a un niño Jesus. Navidad es ver en tu madre lo feliz que le hace creerse que puede llegar a tener una navidad perfecta. Navidad es rezar sólo porque tus tíos no vengan a tu casa. Navidad es la decepción porque tus tíos vienen a casa. Navidad es volver a saber que no hay nieve y que no importa. Navidad es cerrar la calle. Navidad es creer que los vecinos se pueden unir. Navidad es sacar la mesa a la calle. Navidad es ver que los demás vecinos se van y no conviven. Navidad es cervezas, navidad es vodka. Navidad es comer chocolates. Navidad es esperar las doce con hambre y llenarse con botanas. Navidad es comer pavo relleno. Navidad es comer puré de papa. Navidad es comer en platos desechables y beber en vasos desechables para no tener que lavar trastes al día siguiente. Navidad es soportar la cantidad de niños que son primos y vecinos y amigos de los niños. Navidad es ver como la casa se convierte en caos. Navidad es soportar la música a todo volumen de las bocinas de un vecino. Navidad es tener que soportar cumbias, trivales, salsas, estilos que no son música. Navidad es ruido. Pero navidad también es plática. Navidad es romper piñata, es recoger chicles en la calle. Navidad es ver la invasión de los tíos.Navidad es pedir auxilio de tus amigos. Navidad es esperar a tus amigos. Es irte con tus amigos. Es abandonar a tus papas. Es abandonar tu casa. Es respirar en la calle de madrugada. Navidad es cruzar una carretera oscura con tus amigos para llegar a la casa de alguien. Navidad es el frío sin nieve. Navidad es alejarte de tus padres y convivir con tus amigos. Navidad es andar con un vino. Navidad es llegar a la casa de otro y que no este. Esperar y que llegue. Navidad es un shot de tequila. Navidad es un vino barato. Navidad es un whisky en las rocas. Navidad es no dormir aunque tengas sueño. Navidad es sentarse a la mesa y jugar un juego donde no entiendes las reglas y pierdes y tienes que beber bacardi. Navidad es tratar de controlarte. Navidad es ver por una rendija que va amaneciendo. Navidad es escuchar música de la fiesta de una casa adyacente. Navidad es ver a un amigo con su novio y sentirte tan solo. Navidad es mandar a la verga el amor y aferrarte a tus amigos que andan en las mismas. Navidad es ver como caen unos. Navidad es tener que regresar por las calles, a las siete de la mañana, con un amigo borracho. Navidad es caminar por la mañana. Navidad es twittear cosas incoherentes. Navidad es llevar en taxi al borracho. Navidad es que el borracho vomite en el taxi. Navidad es limpiar el vomito del borracho. Navidad es regresar caminando a casa de una amiga de tu mejor amigo. Navidad es caminar con tu mejor amigo por las calles a las siete de la mañana. Navidad es tomar un chocolate caliente. Navidad es morir de sueño. Navidad es regresar caminando a tu casa. Navidad es desabrocharte la corbata y quitarte el saco. Navidad es llegar a tu casa donde todos duermen. Navidad es dormir hasta las cinco de la tarde. Navidad es despertar y encontrar en tu casa mas visitas. Navidad es que tu papá descanse. Navidad es comer recalentado. Navidad es esperar que la casa se vacié de invitados. Navidad es ver una película. Navidad es leer un libro. Navidad es tomar café y galletas con tus padres y tus hermanitos. Navidad es volver a dormir porque mañana todos trabajan menos tú. Navidad es todo menos navidad. 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Luna sonriente, luna amada

Luna sonriente, que navegas como un barco, y te escondes como una sonrisa, detrás de las ramas que acarician la noche. Ese amarillo, ese nimbo amarillo, ese circulo que imita un sol cuando tan sólo eres un pedazo de luna. Mientras corro, tú me persigues ¿o yo lo hago? Te escondes, y yo te busco, y te me revelas antes de encontrarte detrás de esas ramas verdes. Si de alguien me enamorado está noche, es de ti, mi querida luna. Negra y azul, la noche; y las ramas verdes, y tú navegando con tu amarillo, con tu filo de navaja, con tu belleza de luna, tú, mi querida . Parece que bailas, parece que sonríes, parece que me quieres y que me coqueteas, pero sólo eres una luna que es feliz en la noche. Y yo sólo me despido, pero te saludo a la vez, por que giras encima de mi cabeza, con tu sonrisa, y me obligas a despedirme de nuevo, luna. Eres más que la sonrisa de la noche, eres la sonrisa mas hermosa de mis recuerdos, esa que me hace feliz en la noche mas verde de todas. ¿Por qué no estás en mi cama, luna? ¿Por qué? ¿Es que acaso tengo que ser el que te vaya a buscar en el cielo de la noche? No quiero ser celoso, pero la noche te tiene más tiempo, y yo sólo te tengo unos minutos mientras rondas por mi cabeza. Pero tu sonrisa, que brilla y que espanta y que alegra, y que mata y que hace nacer, y que me da amor y me da consuelo, y me da lo que tú no. No te estoy reclamando nada, sólo que tu sonrisa me mata y que muero feliz pero sin tenerte en mis brazos, porque prefieres la noche lejana. Pero sigue sonriendo, sigue bailando sobre mí, sigue teniendo todo con la noche en mi presencia, sigue, sigue, sigue, siempre sobre mi cabeza. Y la noche se acaba, y tu sonrisa se pierde, y mis suspiros no acaban, pero mi amor no sé que le pasa, eres la sonrisa. Eres la luna que no se acaba.

martes, 4 de diciembre de 2012

Los observadores

Me hablaron sobre ellos mis padres, dicen que están en todas partes y a cualquier hora y donde menos te lo esperas, pero que sin que te des cuenta. Es un trabajo anónimo y cansado, y si te das cuenta de ellos, si descubres que son ellos los que te observan siempre, los que anotan los sucesos del día con día, de las largas vidas en conjunto y en movimiento, si los descubres suceden una de dos cosas, que a ellos les despiden, y en ellos ese concepto se agiganta hasta la demencia, porque su vida es observar nuestras vidas; o te siguen y te observan sin piedad, más de uno, hasta que te obligan a no querer hacerles caso, hasta que por cuenta propia te esfuerzas en no verlos, en abondar la idea de su presencia y olvidar su existencia. Y a veces la única forma de olvidarles no es no decírselo a nadie, porque así los piensas más y los ves más, los descubres a montones y te miran con más fuerza que hasta duele; la única forma de olvido es llegar con un extraño, alguien que jamás volverás a ver, y pararte delante de él y decirle en voz alta todo sobre ellos, hablarle sin prestar atención de sus miradas y contar todo aquello sobre los observadores, sólo así se puede expulsar su existencia del interior, es regalar ese conocimiento y con la misma abandonarlo, y ellos desaparecerán de tu vida porque ya no sabrás que existen.  

viernes, 30 de noviembre de 2012

Vacío y coraza


Cito a Mann, no sin las debidas adaptaciones a mi propósito,  porque ha explicado con las palabras justas la etapa en la que mi vida se ha estancado, y con el afán de que tal vez lo lea alguien de la misma índole: 

El hombre no vive únicamente su vida personal como individuo, sino que también, consciente  o inconscientemente, participa de la de su época y de la de sus contemporáneos. Aunque inclinado a considerar las bases generales e impersonales de su existencia como bases inmediatas, como naturales, y permanecer alejado de la idea de ejercer contra ellas una crítica… es posible que sintiese vagamente su bienestar moral un poco afectado por sus defectos. El individuo puede idear toda clase de objetivos personales, de fines, de esperanzas, de perspectivas, de los cuales saca un impulso para los grandes esfuerzos de su actividad; pero cuando lo impersonal que le rodea, cuando la época misma, a pesar de su agitación, está falta de objetivos y de esperanzas, cuando a la pregunta planteada, consciente o inconscientemente, pero al fin planteada de alguna manera, sobre el sentido supremo más allá de lo personal y de lo incondicionado, de todo esfuerzo y de toda actividad, se responde con el silencio del vacío, este estado de cosas paralizará justamente los esfuerzos de un carácter recto, y esta influencia, más allá del alma y de la moral, se extenderá hasta la parte física y orgánica del individuo. Para estar dispuesto a realizar un esfuerzo considerable que rebase la medida de que comúnmente se practica, sin que la época pueda dar una contestación satisfactoria a la pregunta “¿para qué?”, es preciso un aislamiento y una pureza moral que son raros y una naturaleza heroica o de vitalidad particularmente robusta.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

lunes, 26 de noviembre de 2012

Un hombre menos

Está semana un hombre se suicidó por mi casa. Era un vecino que vivía a dos casas de mi casa. Era un hombre solo, abandonado en el alcohol y por su familia, cosa que se me hace como la causa de su trágico desenlace. Y lo escribo porque este incidente comprueba el hecho de que, tal vez los problemas acaben para esa persona, pero los problemas no mueren, se quedan con los vivos. Esa persona muere y se pierde en la nada, pero los de este mundo se quedan para morir en vida. Y es que aquel hombre vivía en el fondo de su casa porque la parte de adelante la rentaba a otro señor, igual de solo y alcohólico. Lo encontraron a las cuatro de la tarde. La vecina que vivía en frente, llegó a mi casa unos días después ha platicar con mi mama, y nos contó que siempre andaba pendiente de ese señor, pero que ese día se levantó a las 7.15, para atender a su marido, y es que usualmente se despierta a las 10 para las 6, luego se fue a hacer sus cosas y no regresó hasta la tarde. "para que veas como es diablo el diablo"; y el hombre que rentaba en esa casa, pues trabajaba. Aquel hombre solo sólo tuvo que hacerlo, nadie le molestaba. Y su inquilino ya se está mudando porque dice que no soporta estar allí, no por el miedo, sino por la tristeza, dice que un día antes le prestó una pluma a el muerto, y con esa pluma escribió su carta, y por una parte está bien que se vaya el don, porque no vaya siendo que por estas solo igual se lo arrastre el mal aire. Por otro lado está la familia, la esposa, una señora gorda y blanca, que lo dejó por borracho, y sus hijas, que vienen a llorarlo cuando ni en cuenta lo tenían en vida. Sólo una hija, creo, fue la que lo atendía en vivo. Era un hombre tan desecho y maltrecho, que daba pena verlo andar por las calles. El inquilino llegó a las cuatro de la tarde de su trabajo, y dijo que vio un recibo de luz, y que fue a entregárselo, cuando vio la puerta entreabierta y creyó que nomás se hacía el que no quería hacerle caso, "cabrón, no te voy a robar, ya te vi, ¿que haces?" le decía y cuando entró lo encontró, todo quebrado, y muerto, y tan sin vida, que corrió con la vecina de enfrente, y está llamó a la ambulancia, pero creyendo que podía salvarlo entró y lo vio también. Dice que la imagen se le quedó y no la puede dejar de pensar, que lo encontró sentadito y roto y con la cara mala. La esposa luego ya no quiso hacer el rosario en la casa, y la vecina que vivía enfrente del señor anda molesta con esa señora, pero pues son problemas de familia y que más se le va a hacer, y el inquilino ya hizo sus maletas, y se fue a buscar otro cuarto, y así es cómo queda la casa esa solitaria, además de que esta hecha un desastre, la pintura inflada, y el porche sin techo. Sólo queda esperar que la casa no se mine del olor a muerte por siempre, y esperemos que el muertito se haya ido a donde se tenga que ir, sino aquí lo tendremos rondando tan cerca de la calle. 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Después de la muerte

Aquí andaba eliminando unos correos de mi bandeja cuando me topo con uno que me revela, igual que si fueran las memorias de una vida pasada, un blog que cree hace aproximadamente dos años. Tal vez fue para la escuela, o puede tener cualquier historia, no lo sabré porque no tengo escrito nada, al menos antes de reencontrarlo. Así que lo resucite de entre los muertos y publiqué un pequeño mensaje de re-activación  Sería  interesante tener dos blogs, aunque tal vez suba lo mismo, o algo diferente. Pero es este: http://kiu2.wordpress.com/ Y por cualquier cosa, allí pueden encontrar otras palabras mías. Será como un alter ego o el reflejo de un espejo. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

Día de los muertos.


Hoy me desperté con el alboroto de la preparación de los mucbipollos. Mi mama hacía la masa y el pollo, mientras mi papa le ayudaba con las hojas de plátano. Como ya había pasado un día de que pusieron el pan de muerto en el altar pues lo agarré y eso desayuné con un pote de chocolate. Todo lo que se pone en el altar parece perdurar por alguna inmunidad al tiempo, se puso el primer día, el 31, un vaso de leche y a la mañana siguiente estaba tan buena como si no hubiera pasado la noche entera fuera del refrigerador. Hasta las hormigas muestran respeto por la comida de las ánimas. Más tarde se hizo un pequeño rosario en el altar, cuando ya habían traído los mucbipollos de la horneada, y se rezó frente a las fotos de mi abuelo (que juro que tiene cierto parecido con Pedro Infante), una tía muerta, y un primo que fue quemado hace como dos años. No es muy grande el altar que pusimos, pero tiene lo suficiente para alimentar a nuestros muertos. Ya después como al mediodía fuimos al cementerio a visitar a mi abuelo, y arreglar un poco sus tumbas. La tía de la que hablo se encuentra en un nicho y mi abuelo en una de esas bóvedas. En el cementerio había otras personas visitando a su muertos, y más en la tarde se haría una misa. Colocamos unas cuantas flores y veladoras y les rezamos un poco. Espero que hayan encontrado el camino hacia su comida y que estén en paz, que es lo que al final se desea con todo esto: que encuentren la paz y la luz de las velas los guié en esa enorme oscuridad que ha de ser la muerte. Tal vez aquí hay mucho  de la discreta invasión halloweenesca, pero al final las costumbres no se pierden, y es que es sólo presentar tus respetos hacia esas pobres ánimas del purgatorio o lo que sea donde se encuentren. Y al final se debe de ver con alegría, quizá estén mejor que nosotros los vivos. 

viernes, 26 de octubre de 2012

lunes, 22 de octubre de 2012

Pedazos de vida

Creo que eso es justo lo que hace que una historia triunfe, que no tenga la necesidad de abarcar todo, sino ser un fragmento de un todo, una parte independiente de una vida ajena. Al menos en los cuentos, en las anécdotas o en las películas, es por eso que creo que la ficción cuando se basa en hechos reales hace que te brillen los ojos porque es una esperanza, una esperanza de que si a alguien en su vida real le sucedió una situación hermosa quizá a uno mismo le suceda. Es por eso que retratar historias, que no tengan que ir del nacer al morir, sino de un día para otro, o un lapso que se suma a otros tantos, hacen que nuestras vidas no sean pesadas, porque nos distraemos con las de otros y así extrañamos las nuestras y nos dejan nuevas ganas de vivir para buscar una aventura, miles de aventuras. 

sábado, 13 de octubre de 2012

POPOL VUH (ilustraciones)


  "Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo..
  "Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia...

   "Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz."

"Entonces fue la creación y la formación. De tierra, de lodo hicieron la carne [del hombre]. Pero vieron que no estaba bien, porque se deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no movía la cabeza, la cara se le iba para un lado, tenía velada la vista, no podía ver hacia atrás. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener. "



  "Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra. Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas....
  "En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los muñecos de palo, recibieron la muerte. Una inundación fue producida por el Corazón del Cielo; un gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo."




  "Y dicen que la descendencia de aquellos son los monos que existen ahora en los bosques; éstos son la muestra de aquellos, porque sólo de palo fue hecha su carne por el Creador y el Formador.                               
  "Y por esta razón el mono se parece al hombre, es la muestra de una generación de hombres creados, de hombres formados que eran solamente muñecos y hechos solamente de madera.




"De Paxil, de Cayalá, así llamados, vinieron las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas.
  "Estos son los nombres de los animales que trajeron la comida: Yac [el gato de monte], Utiú [el coyote], Quel [una cotorra vulgarmente llamada chocoyo] y Hoh [el cuervo]. Estos cuatro animales les dieron la noticia de las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas, les dijeron que fueran a Paxil y les enseñaron el camino de Paxil.


  "Estos son los nombres de los primeros hombres que fueron creados y formados: el primer hombre fue Balam-Quitzé, el segundo Balam-Acab, el tercero Mahucutah y el cuarto Iqui-Balam. Estos son los nombres de nuestras primeras madres y padres.
 "Grande era su sabiduría; su vista llegaba hasta los bosques, las rocas, los lagos, los mares, las montañas y los valles. 
 "Acabaron de conocerlo todo y examinaron los cuatro rincones y los cuatro puntos de la bóveda del cielo y de la faz de la tierra. Pero el Creador y el Formador no oyeron esto con gusto.
  "— ¿Acaso no son por su naturaleza simples criaturas y hechuras [nuestras]? ¿Han de ser ellos también dioses?    
"Entonces el Corazón del Cielo les echó un vaho sobre los ojos, los cuales se empañaron como cuando se sopla sobre la luna de un espejo. Sus ojos se velaron y sólo pudieron ver lo que estaba cerca, sólo esto era claro para ellos..."



"Así fue destruida su sabiduría y todos los conocimientos de los cuatro hombres, origen y principio [de la raza quiché]. Así fueron creados y formados nuestros abuelos, nuestros padres, por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra."


Popol Vuh, (Fragmentos)Parte I, II y III


 Pd: Espero les haya gustado esta pequeña muestra ilustrada del Popol Vuh que hice. Me gusta dibujar, pero  debería implementarlo más seguido. Y la cultura maya es bastante interesante. Y eso es todo.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Otro sueño


Recuerdo entrar a un baño, un baño tallado en piedra, dentro de una cueva, con mil cubículos como si fuera panal. Escuché las voces de mis compañeros de escuela, y seguí hasta el fondo sin detenerme a comprender las palabras. Al llegar a la última pared, me detuve; había un enorme hueco como ventana, con una preciosista vista al mar, porque estábamos en la playa y yo había querido ir al baño. En aquel agujero pegado al muro observé las diferentes tonalidades del océano, extremos más oscuros, y secciones más claras y relucientes. En una de esas manchas de luz acuática se transparentaba cuatro gigantes de piedra, inmóviles como si aguantaran la respiración, carcomidos por las algas  y la sal. Del fondo, el cual era imposible divisar pero terrorífico de imaginar, nadaron hasta la superficie, esa línea que divide el mar con el cielo, el agua con el aire, un par de mágicas sirenas. Revoloteaban como niñas terrestres en la hierba líquida. La escena me envolvió los ojos, y desee capturarla en una fotografía. Corrí fuera del lugar y al salir, después de bajar tantos escalones, me di cuenta de que era un faro. Tome la cámara fotográfica, salté al lugar correcto en busca del ángulo correcto, y simplifique la imagen en un fotograma, pero ya no era lo mismo de hace unos momentos, las sirenas se habían marchado, los gigantes hundido, y la luz oscurecido. Regresé con mis amigos, y en mi frustración decidí remojar mis huesos con pellejo en el agua para que se lavasen de sus malas vibras. Corrí para clavarme dentro del mar, y me clavé rocas ocultas debajo la superficie marítima, caí en un recóndito sitio con el tamaño justo de mi cuerpo y me espiné con cosas que no supe que eran. Mi mejor amigo me levantó y yo escupí sangre como un dragón escupe fuego. 



miércoles, 15 de agosto de 2012

El chico dientes goma de mascar.


(Un cuento de Alex S. Förtner)


Todo el alumnado del instituto de preparatoria admiraba a Victorino por el esplendor divino de su dentadura. Perfecta como si fuera irreal, dientes delineados en una forma cuadrada, alineados como soldados en un batallón, imperturbables, fusionando su olor menta con las corrientes de aire que cruzaban por su boca. Su secreto pernoctaba que cada diente no contenía calcio, sino que tenían el mismo material de las tabletas de goma de mascar, combinados con una fórmula que los hacía irrompibles como huesos dentales.
   Enamorado de una niña de piel morena, ojos negruzcos, labios gruesos llenos del deseo de besarla, con un cuerpecito de princesa que sostenía su cabeza redonda cubierta de su cabellera perfumada a fresas salvajes. Verónica, con ese nombre bíblico la bendijeron, sentía sus miradas desde su espalda, ella correspondía con ciertos guiños discretos, sonriéndole en el receso, dedicándole sus miradas reciprocas; él escribiendo sus poemas amateur llenos de sentimientos pueriles, sonriendo con cada acto que su doncella realizaba.
    Llevaban todo el curso tirándose indirectas de  romance, pronto cansados de una rutina sin resultados, Victorino, se acercó en un instante de viernes, sin pensamientos razonables; se sentó a su lado; platicaron, rieron, hasta quedar en una pequeña cita el sábado por la mañana.
   El comentario anduvo en bocas de los interesados, conocidos o amigos secundarios, llegando a oídos de Ramsés, eterno busca problemas, con un sólo signo de ternura en su corazón, escrito con las letras de Verónica; sintió esa electricidad absurda de defender lo que no le pertenece, de saber quién era Victorino más allá de su sonrisa.       
   Por las noches, su ritual se llevaba a cabo, Victorino se quitaba con cuidado la dentadura, despegando con lentitud el pegamento vocal. Quedaba chimuelo, despojado de su atractivo visual. Colocaba la corona dental en el estuche de vidrios cristalinos encima del buro junto a su cama. Lamía sus encías rosadas, vacías de cualquier blancura. Se quitaba las ropas cotidianas, se quedaba casi desnudo, sólo con su ropa interior. En busca de su reflejo pintado en los espejos del baño, los demás integrantes de su familia, se achocaban a sus costados, tratando de robarse un cacho de espejo, para mirarse, mientras se cepillaban sus dientes, ignorando la triste cara de un joven sin la virtud de sonreír sin la falsa sonrisa ahora guardada en una cajita diáfana. La madre, histérica en cuanto a seguridad, siempre cerraba con cuatro candados la puerta, esa noche no fue la excepción, sin embargo, olvidó cerrar la ventana del cuarto de su hijo mayor, Victorino, la única que no tenía protector, endeble ante la penetración de los bandidos. Apagaron las luces, excepto de la habitación del joven enamorado, porque dormía con los focos fulgurando su resplandor eléctrico, una manía que no lograba erradicar desde pequeño. Los silencios nocturnos invadieron los pasillos, la sala, y los cuartos independientes, interrumpidos por el crujir de las sabanas, o por el ronroneo de las respiraciones. Ramsés rompió el meriñaque de la ventana, sin molestar a las ánimas que flotaban en la inconsciencia del sueño. Entro con la agilidad de un felino, escalando el alfeizar con sus manos arácnidas. Se arrastró por los suelos, camuflándose entre los mosaicos. La luz no le ayudaba en su hazaña, no era la primera vez que entraba sin permiso a una morada, sólo parecía ser un entrenamiento de rutina. Con los ojos leopardos asechó cada detalle, los posters, los libros, los aparatejos electrónicos, los muebles y el reluciente estuche. No sabía que contenía, sin embargo, sintió emanar la esencia que las riquezas expulsan. Observó a aquel que le destruía las escasas oportunidades de conquistar a tan bella damisela. Allí, tendido entre la maraña de sabanas, con la espalda descubierta, los brazos extendidos, las piernas revueltas, el trasero expuesto, y la boca abierta, chorreando un hilillo de saliva, perdía el encanto escolar de los días hábiles. Abre lo más que puede sus ojos maliciosos, escarbando con la mirada, las fauces del chico dormido, sin ninguna fila de fantasmitas óseos.  Trata de disimular su risa en sus labios callados, traga esa burla que ansía despilfarrar, se queda admirando a ese hombre en desarrollo. Victorino cierra la boca, y en un movimiento sonámbulo se limpia la baba, se retuerce hasta quedar en la posición de los muertos, con las manos en el pecho, una sobre otra. Ramsés, se levanta del suelo, después de la farsa alarma, sabe que nada despertará al dormilón de sus ensoñaciones con el amor, enfurece ante tal presagio, pero su ira se contrae en una ternura indeseada. Ya no observa, sino, admira. El cuerpo delgado, en sus ligeros músculos ejercitados, su morena presencia congelada en la quietud de un durmiente; las manos suavizadas en la ausencia de las caricias, los labios perdidos en el abandono. Inclina la cabeza sin percatarse, hasta quedar al filo del contacto, olfatea el olor que desprende de su rostro, a hierbabuena, siente sus dedos recorrer sin tocar el camino entero del ombligo hasta los bosques de la serpiente, y ante el precio del beso se detiene estupefacto, se cae al piso de la vergüenza que le trae la confusión. Teme despertar al resto de los integrantes de ese hogar ajeno al suyo, toma en movimientos fortuitos la joyera y se larga de la habitación por el agujero dónde provino, tratando de olvidar las nuevas sensaciones. 
   Dentro de esa pieza de caras caleidoscópicas, unos brillantes cuadrados contenidos. Mira aquella sonrisa robada, de un dueño dormido, seducido en la inconsciencia. Ramsés no sabe como rayos explicarse esa situación, porque no conoce el destino sufrido por un Victorino más joven, más inexperto, más niño, fanático de los chicles, con unas mañas alimenticias que aborrecía todo aquello que proviniera de hortalizas, o que contuviera el fresco verdor vital de la naturaleza, por lo que enfermó de  una especie de escorbuto que le votó los dientes de un sólo golpe inquisitivo. Vagando en la agonía de vivir con los labios sellados, y las papillas en el almuerzo, admirando detrás del escaparate de la tienda donde siempre iba, los chicles de uvas, de frambuesas, con la delicia escurriéndole en los ojos delirantes, lloriqueando su desgracia bucal, contando sus pesares al dueño de la dulcería, el señor Cárdenas, antiguo dentista, con una mala fortuna en la medicina, y con un negocio familiar de dulces, quien comprendió el dolor del niño sin dientes, que le hizo tener esperanzas contándole de una fórmula que tiempo atrás intento terminar, unas simples tabletas de gomas, duras como el mármol, sin que pudieran ser mordidas, para en lugar de ello, morder con ellas mismas. Al pequeñuelo le fascinó el utópico aparato, que le platico a sus padres, quienes por el momento sufrían una crisis económica, sin la posibilidad de comprar una dentadura postiza real, los convenció para que aceptaran que él fuera un experimento; no les quedó más remedio que hacer feliz a su hijo entristecido, al aceptar la oferta. Pero eso Ramsés no lo sabía, y ni lo quería saber, sólo se preguntaba que haría ahora con lo que le robó, hablándose en solitario, caminando en las calles inundadas de transeúntes con insomnio, en la noche vaga de ese viernes transmutándose en sábado. Un letrero llamó  su atención, rezaba: “Pruebe las delicias masticables de los chicles arcoíris, una locura de sabores coloridos” Revisó sus bolsillos en busca de menudo, sonó el tintineo de la morralla, y entró como en su casa a la tienda de veinticuatro horas. 
   El sonido del loro enjaulado mascullaba la insonora mañana, abrió sus ojos cansados de dormir, asustado por la ignorancia del horario. Saltó de la cama, en busca de la hora de algún reloj, algo le decía que era tarde, al menos para el desayuno con Verónica, revisó los números digitales, aún faltaba media hora. Se apresuró a bañarse, a vestirse, a peinarse, y los minutos se comían entre sí en su hambre temporal. Sólo tuvo tiempo de darse una revisada en el espejo, sucio por la laca, agarró su mochila, metió su estuche, su dinero y se fue volando en bicicleta hasta el malecón. Una esquina antes de llegar a su destino, donde la pobre Victoria mecía sus piernas que le colgaba de la banca de cemento, admirando el lejano mar, oliendo las aromáticas habladurías del océano. Victorino se colocó la dentadura, acomodándosela con la lengua, buscó un reflejo que le devolviera su peculiar presencia de pretendiente, los vídriales de los negocios cubiertos por las cortinas anticiclónicas debido a la temprana hora, sólo una borrosa ventanilla de un escarabajo le funcionó, admirando su rostro al blanco y negro del polarizado, entonces siguió su camino hasta donde la princesita le esperaba. 
   Bajó de la bicicleta, la encadenó sin dejar de mirar a la joven que le saludaba sentada con las piernas cruzadas en una pose de diosa azteca, palideció unos segundos ante el nerviosismo de la primera cita, luego ahondó una bocanada de aires frescos al interior de su diafragma y le saludó desde la lejanía con la voz jubilosa. Se acercó, con los labios sonriéndole, la mirada ensimismada en una timidez de fachada, con los ojos tratando de tragársela en una sola mirada. Se dirigían de una vez al restaurant cuando Victorino no pudo contener las ganas de sonreír con esas ganas de alegrar la tristeza universal. Lo bueno fue que su sonrisa permanecía en su sitio; lo malo, porque supo que algo malo sucedía al ver a Verónica fruncir el ceño con una extrañez poco habitual, fue que sus dientes evocaban una mascarada tornasol, como un tablero de ajedrez pintarrajeado con la sombra del arcoíris. Creyó cualquier cosa, hasta que le pidió una explicación a su acompañante de la gracia de la situación; Verónica, algo conmovida, buscó un espejillo en lo profundo de su bulto, se le entrego temerosa al joven. Cada molar, cada incisivo, cada colmillo, cada muela, de diferente color. Eso vio en el circunflejo arquetipo. De inmediato, como por una fuerza brutal que quisiera ayudarle, cerró la boca, guardando esa broma sin comprensión para él. Verónica sólo le miraba, esperando que sucediese una explicación, pero Victorino, avergonzado, se alejó de la mesa, porque ya había llegado hasta allí, huyendo de su amada, ella intento detenerlo de su brazo, la inercia del jaloneo le quebró el pegamento de las encías, y escupió la dentadura multicolor. La niña entonces comprendió que el sufrimiento de de ese pobre niño le atormentaba. Victorino no supo que decir. Miró de soslayo a Verónica, como pidiéndole perdón, como despidiéndose. Antes de que se le escapara, Verónica lo detuvo, le expresó un amor sincero, y acto seguido se quito el cabello. Asentó la peluca junto a la dentadura postiza. Ella, que de pequeña sufrió un cáncer, maldiciéndola con un cabeza lampiña, se refugió en el consuelo de la amiga de su madre, una estilista, que daba la casualidad de ser esposa del señor Cárdenas, impulsado por los deseos de su mujer, fabricó una cabellera capaz de resistir las lavadas, las peinadas, y el constante acoso de las ventiscas, perfumada con el hedor delicioso de fresas vírgenes de que estaban hechas las hebras que componían la maraña que cubría su calva.    
   Los dos, expuestos ante los ojos burlones de la gente, sin sus disfraces fantásticos, con los defectos desnudos, inundando la mañana del sábado en la atmósfera del sueño, se rieron, poco a poco, de sus desgracias, sentándose en las sillas, colocándose las falsedades, comprendiendo que su dolor antes erradicado, resurgía malicioso, pero que lo sanaban con la presencia del otro, y platicaron, gustosos de sus mundos encontrados; asechados, sin saberlo, por unas pupilas tristes. 
   Desde el lado contrario, a las afueras de donde desayunaban, Ramsés veía, igual que si estuviera en el cine, cómo dos personas que él amaba se querían, ignorándolo, sin siquiera pensar en su existencia. 

FIN

miércoles, 25 de julio de 2012

Las pequeñas conversaciones

Me gustan las pequeñas conversaciones que sostengo con la gente que se cruza conmigo al caminar, rápidas y sencillas, fáciles como suspiros. Condenadas con la mortalidad de un pensamiento. Sólo un intercambio de palabras que vuelan juguetonas con las corrientes de viento que nos azotan en las calles. Escapan al ver la oportunidad, unas lo logran, triunfantes, que explotan como fuegos pirotécnicos que se apagan al finalizar su esplendor; otras no tienen la misma fortuna y mueren, fundiendo su agonía de ser frases reprimidas en el valle memorial donde las tumbas de ideas olvidadas, conversaciones inconclusas, temas vírgenes, y poemas jamás descubiertos se alzan en la lejanía de la comprensión humana. Se incendian, con la fricción de las silabas; se apagan con el soplo del silencio; se vuelven cenizas retumbando en la conciencia; luego vuelven a nacer gloriosos como un fenix con el canto de dos voces diferentes que se encuentran casualmente por coincidencias de la vida en una misma colonia, junto al mismo poste, entre dos filas de casas vecinas, con el ambiente insonoro de ruidos incidentales que obstruyen el canal del sonido, perfecto para la ocasión, cargando en brazos el delgado mensaje que se cierne en un abrir de los labios, que se pierde en el zangoloteo de la lengua, que enmudece con el cerrar de la boca. Una platica fugaz, incapaz de derrochar el tiempo. Un saludo con sabor a despedida. Congelando un instante, que se deshiela con el andar presuroso de los pies.Y cada uno de las victimas se pierde en su dimensión, separados por muros gigantescos donde se pinta el conteo de los días que faltan para morir. 

domingo, 22 de julio de 2012

Un amor de verano

Acabo de soñar una película entera, desde ahora una de mis películas predilectas. Uno de los mejores sueños de mi vida, en él conocí al amor de mi vida, el joven más hermoso que jamás podré conocer. Todavía recuerdo su sonrisa, lo bien que me sentía a su lado, sus abrazos llenos de un placer revitalizador. Tan sólo recordarlo me brotan las lagrimas de felicidad, pero también tienen algo de tristeza, porque me he enamorado de un ser soñado. Pero es que para mí será real, porque lo que sentí cuando estaba junto a él no puede ser mentira. La aventura más grande que quisiera recordar por siempre. Todo empezó en un viaje al mar. Como si viviéramos lejos de las playas, como si no viviera en una isla. El hotel se alzaba a lo alto desde sus raíces enterradas en la arena. Parecía un enorme parque de diversiones. Mi madre conmigo, juntos acostados en una toalla tirada al suelo arenoso, cubiertos por la sombra de una sombrilla. Platicando de aquellos muchachos bien parecidos que cruzaban las orillas frente a nosotros, diciéndole que este tranquila, que la respeto como para andar con alguien sin su permiso. Las brisas lavaban los rayos luminosos que brindaban ese tono pastel a nuestra armonía. Nos íbamos, me dijo que fuera a buscar las cosas que habíamos dejado arriba, obediente fui en busca de ellas. En una parte alta del lugar, una familia tenía una disputa, me acerque, y al asechar por el barandal observe que se veía el mar chocando con el muro, y en el interior del agua un tentáculo brotaba. El tentáculo me quiso matar, pero esquive su manotazo mortal, la familia quiso guardar a su pulpo gigante, me marche. Como me había caído, alguien me ayudo. Ese alguien, ese joven, ese amor. Me acompañó a donde me hospedaba. En mi habitación donde nos encontrábamos sentados, juntos, si eres tan soñador como lo soy, comprenderás que ciertas partes de un sueño resultan borrosas al recordarlas como memorias reales, sin embargo la esencia sigue allí, indeleble. Marcada en mi corazón. Aquel muchacho de mi misma edad me sonría en señal que algo debimos decirnos, platicarlos, que nos volvimos dos seres comprendidos entre sí, amigos, más allá de eso. Y lo mejor que mientras platicábamos, hasta ese momento como amigos, sólo eso, no podía evitar tocarle el brazo, o abrazarlo sinceramente, fue en una de esas que mi madre entro con mi hermanito a la habitación, nos vio, vi su cara de madre triste, de cansancio, de un dolor casi evaporado con la experiencia, le dijo a mi hermano que se fuera a vestir a la otra sección del aposento. Se acercó a nosotros, con esa parsimonia de mensajero con una orden de la realeza, yo que aún seguía rígido por la sorpresa no me había soltado de él, prendido de su brazo como un koala de su rama. Mi madre se coloco enfrente de nosotros, nos dijo "si van a estar con sus cosas, disimulen un poco, ya no puedo entrometerme más" fueron unas palabras que para mi tuvieron el significado de que aceptaba que tuviera una relación, pero lo más gracioso, es que no eramos nada, sólo eramos recién conocidos, entrando a la fase de amistad. Mi madre se marchó. Fue como que si el permiso de mi madre nos diera nuevas fuerzas en nuestras caricias, me tiré encima de él como un cachorro de león, mi presa; sabía que la confusión era divertida, seguimos un rato más a los pies de mi cama, conversando. Siendo nosotros mismos. Enamorándome en secreto de su forma de ser. De su sonrisa perfecta para mis sentimientos. A la noche de ese día maravilloso, extraño tal vez, una fiesta iba a ser celebrada. Una celebración sólo para adultos. Muchos jóvenes buscaban la forma de esconderse desde temprano, para poder salir al irse el sol y quedarse a beber y bailar lo que se les plazca. En la tarde fui por mi mejor amigo, que nunca falta en mis mejores sueños, camine por las escaleras repleta de mujeres danzantes con turbantes en los rostros, seduciendo con las miradas, sus trajes árabes rozaban el aire con sus telas estramboticas colgantes. Llegue con mi amigo. Le dije de todo, como siempre lo hago, que conocí a un joven, y ese joven me conoció a mí. Mientras platicábamos nos dirigíamos a un escondite para asistir a la fiesta, otros dos personas de nuestra edad nos lo enseñaron, parecía una simple nevera de refrescos. Escuchamos que alguien se acercaba, primero entraron los dos desconocidos, dentro del refrigerador parecía no haber más espacio, los señores que venían se encontraban a nuestro lado, mientras que los que entraron el frigorífico subieron hacia un lugar donde no supe que era, desapareciendo, ocultándose. Los señores eran maestros nuestros, de ética, comiendo como cerdos, nos dijeron que nos metiéramos a nuestra habitación. Corrimos para buscar otro escondite, todo mundo corría con desesperación, unos por hambre, otros por lo mismo que nosotros, pasando por tiendas restauranteras de renombre. Quise verle, y como por arte de magia apareció en nuestro camino. También nos topamos con otros, decidimos escaparnos en espera de la noche, para regresar y divertirnos. Pero él se quedo en algún sitio lejos de mi. Caminamos, a la par que un desfile sobre la revolución francesa que cruzaba por esos rumbos, regresamos pero nos alejamos bastante. La noche nos cubrió con su encanto de señora elegante. Cada quien detenía a un conductor y pedía su vehículo que se les era concedido, yo estaba desesperado por un transporte que me prestaran, pero en mi desesperación no detenía a nadie, hasta que me interpuse en el camino de un motociclista, que al detenerse su motor reventó, caí en una depresion instanteanea, pero me dijo que no preocupara porque era una motocicleta alemana donde no había gas con que alimentarla pero si excelente ruedas, me dijo "toma una rueda, chico, ¡ tómala!" y la tome llendome en ella. Llegamos al hotel, y la salvaje fiesta había comenzado, con sus luces de neón invadiendo los rostros de los habitantes inmersos en alcohol, habia jóvenes por doquier, los adultos les valia, sólo festejaban. Busqué hasta encontrarlo, parecia esperarme para invitarme a bailar. Cedí a su deseo, y me movi como cubierto de petalos suaves que alegraban mi semblante. Bailamos enmarcados en un azul eléctrico. Bordeados de melodías llenas de orgasmos. Alguien nos grababa, capturando nuestras siluetas en una pantalla digital. Entre tanto ruido no distinguía sus palabras de él, "me gusta alguien más" me decía, y seguía bailando sin entenderlo, divirtiéndome, enamorandome más de su ser, disfrutando de todo antes de que acabase aquel verano. Antes de que despertase. Desperté recordándolo.

martes, 17 de julio de 2012

Otro país.

Llega la noche, el silencio entrecortándose con el ruido de las aspas de tu ventilador, que rebana el brillo del fulgurante foco. Entran en turno la luna y las estrellas, cambiando puestos con el sol. El reloj digital marcan que son las nueve en mi país, no sé que hora serán en algún otro. Ver la conversación inacabada, abandonada, con esa persona de otro mundo, otra dimensión. No saber si está despierta o dormida. Preguntarse si será real, si será mentira. Admirar esas letras, que por alguien debieron ser escritas. Mandar un mensaje, para después ser leído, ser contestado. Decir: Tengo un amigo, un conocido, de otro lado. Saber de su vida, de sus gustos, sus amores. Decirle los tuyos, tus anécdotas, tus errores. Conocer alguien de España, un país de película. Leer su nombre, escribir el mío. El una molécula, yo una partícula. Lejanas de tierras, de mares y horas. Cerca de redes, mundos virtuales. Discutiendo de cine, de obras musicales. De música, posiblemente de libros. Mientras el puede soñar, mis sentidos despiertos. Mientras mis ojos cerrados, los suyos abiertos. Es extraño tener una amistad lejana, es extraño creer que somos amigos. ¿Quién ha dicho tal cosa? Un argumento con veracidad dudosa.

domingo, 8 de julio de 2012

Cabeza pestilente.

El universo se encalló en la profundidad de mi cabeza. Mi cráneo funciona como contenedor de personas diminutas que creen tener una vida propia y real; con sentimientos en sus corazones; electricidad en sus huesos; oxigeno en sus pulmones. Donde viven las montañas lejanas que sirven de cortinas al llegar el atardecer, y procurar que la noche se haga lo más complaciente a los sueños mortales. Con aquellos murciélagos mutilados que caen a los abismos de mi sentimentalismo. La abertura de mi cabellera es la que derrama la cascada que baña los océanos de cabellos muertos en la vejez de la canocidad que mis ojos ciegos reflejan en el espejo roto que azoté con el látigo que lastimó a un pueblo entero perdido en la prehistoria de las memorias de mártires sin brazos; la estrella que cruza el cosmos entero en las rieles de hielo para llevar a esos gorilas fosilizados en tantos vagones luminosos que destellan en la lejanía de insectos humanos parloteando cincuenta nombres de bestias arremedadas en ocho países de mentira. El mundo se siente solo sentado en la inmensa negrura cuando las luces se apagan bajo el hechizo de la bruja maldita deseosa de almas encadenadas a un collar de perlas sin valor pero con un sabor que los dioses imaginarios se devoran la existencia con su hambre voraz. Todo dentro de mi cabeza. 

domingo, 13 de mayo de 2012

Lo que se hace con el viento.


Volar. Yo deseo volar. Pero volar en el agua. Y nadar en el cielo. Con alas blancas que se tornen negras al contacto del lodo. Pasar horas quitando cada mancha de suciedad de la blancura de una delicada y ligera pluma. Al tenerlas limpias extenderlas y acudir al vuelo. Caer en picada desde una montaña, la más altas de todas, con la esperanza de morir en el transcurso, y al no morir, chocar con la mezcla del agua y la tierra y comenzar a intentar morir de nuevo.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Una anécdota con aguijones.

Un enjambre de abejas me asecha, y yo olvido mis preocupaciones.
En la calle un enjambre de abejas me asecha, están alborotadas y vuelan en todas direcciones. 
El piquete de una abeja es insoportable, por suerte esa vez no me picaron.
Desde mi ventana las observaba, a través del miriñaque,  seguro y protegido de sus aguijones. Las personas que pasaban en moto o bicicleta era victimas de los insectos amarillo con negro sin pasar a mayores.
Sólo era un disturbio. Mi madre, y yo, así como varios vecinos, salimos cuando se medio calmaron. Descubrimos que era un panal, que de seguro alguien movió, el motivo de la peligrosa visita.
Es hermoso. "¿Como algo puede ser hermoso pero a la vez tan peligroso?" le pregunte a mi madre sin esperar una respuesta...