Volar. Yo
deseo volar. Pero volar en el agua. Y nadar en el cielo. Con alas blancas que
se tornen negras al contacto del lodo. Pasar horas quitando cada mancha de
suciedad de la blancura de una delicada y ligera pluma. Al tenerlas limpias
extenderlas y acudir al vuelo. Caer en picada desde una montaña, la más altas
de todas, con la esperanza de morir en el transcurso, y al no morir, chocar con la
mezcla del agua y la tierra y comenzar a intentar morir de nuevo.